y una forma del sueño.
Es la corriente oculta y
silenciosa
que se opone al olvido con
decoro.
Es el domingo triste del
recuerdo
y la vaga saudade de lo que un
claro
día fue tocante, entrañable.
De lo que hubo de hondo y bello
entre tantas cosas.
No es sólo el pasado, tiene algo
de futuro
adivina, espera
aquello que mañana no afeará la
vida.
Raúl González Tuñon
Prólogo
Algunos se han ocupado ya de rescatar a los primeros comerciantes de Ramos Mejía, aquellos pioneros de esta gran urbe del conurbano bonaerense. Por caso, en “Aquel Ramos Mejía de Antaño” de Eduardo Giménez o “Historia de Ramos Mejía” de Luis Ghirardi, se recuerdan los apellidos de los fundadores del hoy centro comercial ramense: Della Maestra; Ferrazzi; Giovo; Piegari y tantos más.
Otros, como quien escribe, por cuestión de edad, solo recordamos algunos comercios de la década del setenta y del ochenta. Por eso, como resultó un hueco entre ambos rescates, para aquellos nostálgicos se me ocurrió tratar de rearmar aquel centro comercial ramense, digamos entre las décadas del veinte al cincuenta.
Recurriendo al relato oral de los que fueron protagonistas y testigos pude ir armando, como un rompecabezas –al que seguramente le faltaran piezas-, el entramado comercial céntrico.
La “Mesa de Magariños” (del café homónimo) conformada por un grupo de hombres mayores, fue el puntapié que permitió ir construyendo el recorrido. Algunos de sus nombres son familiares, otro simplemente serán reconocidos por sus familiares, lo importante es que con su aporte comencé este ensayo.
Algunos de estos hombros son y fueron Héctor Cufré, director fundador del Normal de San Justo; Nicolás Magnelli; Alejandro Valentín Recoaro; Ismael “Cacho” Díaz; Ludovico “Tito” Ombroni, Oscar Novillo; Oscar Ferrazi; Tito San Martín y Horacio Perkins.
Estos hombres recibieron a éste cronista y abrieron sus recuerdos. Sus discusiones sobre tal o cual comercio, ubicado aquí o allá, permitieron ir confeccionando un damero comercial de las principales manzanas comerciales de nuestra ciudad, por eso vaya desde éstas líneas mi más infinito agradecimiento y gratitud.
Soy un fanático de la tradición oral, no reniego en absoluto del academicismo, pero contar con la voz de los protagonistas para hilvanar la historia suele ser el argumento menos refutable de todos.
Cometería una falta garrafal e imperdonable si no mencionara otros nombres que colaboraron en este emprendimiento: Piasco; Benchimol; Morelli; Zani; Jarast; Rossi; Frasisti y Baudracco, son sólo algunos más de todos los autores que tiene este ensayo.
La idea es ir recorriendo con ustedes las distintas arterias de nuestro centro comercial para recordar los comercios que, si bien no fueron pioneros, colaboraron fuertemente para forjar éste presente comercial.
En esta recorrida virtual, iremos mechando anécdotas imperdibles de nuestros antepasados, recogidas una vez más desde la memoria individual.
Los invito a abrir su mente y su imaginación para tratar desde este presente, reconstruir juntos ese pasado fundador.
El viaje comienza ahora.
Los
miembros de la “Mesa de Magariños”
“La vergüenza de haber sido y
el dolor de ya no ser”
(Cuesta Abajo – Tango)
Lado Norte… ¿es el lado fundador?
No vaya esto es desmedro del lado norte de nuestra ciudad, que por otra parte, fue la zona fundacional, no olvidemos que esa manzana rodeada por las calles Alvarez Jonte, Riccheri, Alem y 9 de Julio está asentada la primera plaza de nuestra ciudad, la Plaza Domingo Faustino Sarmiento.
El monumento a Sarmiento y su madre, junto a la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen son hitos fundacionales de nuestra ciudad junto a la Casa Estación del ferrocarril. De hecho, las autoridades del Museo que funciona hoy en la estación, han ideado un recorrido histórico por estos tres lugares.
Por eso, bien vale empezar nuestro recorrido por los frentes de esas arterias norteñas.
Frente al Colegio Santo Domingo se levantaba, casi sobre Gaona esquina Scalabrini Ortiz, el “Almacén Travi”, caminando desde ésta por Riccheri, antiguamente denominada Buenos Aires, en dirección a la estación ferroviaria se ubicaron el “Billar-Confitería de Piasco”; la “Peluquería de Francisco Cachone”; la “Lechería de Martín Arla y Rafael Andreane” y finalmente, en el número 31, “El Progreso”, bazar y librería propiedad de Emilio Parodi.
En Ardoino 34 la cigarrería Villa y en su intersección con Monteagudo, la esquina que durante los años setenta cobijo al restaurante “La Tablita”, fue la herrería “La Libertad” de Pascual Caprio.
Volviendo a la plaza, sobre 9 de Julio y Alem, la “Peluquería de mujeres de Cayetano Latanzi”; en el 30, la tienda, mercerías y ropería “La paloma” de Muci Acha, más popular como “lo de Acha”; en el 34, la sastrería “Casa Basulto”; a la altura del 56, la “Zapatería de Vito Antonio Longo”; después la imprenta de “Dublino–Pagani” y ya en el número 84 un verdadero hallazgo que resultó de ésta investigación: la sede social de “Cóndor Béisbol Club”.
El Cóndor Béisbol Club que, por cierto, hasta por lo menos 1959 existía, había sido autorizado por una ordenanza municipal, la número 2209, a utilizar un predio propiedad de la comuna ubicado en el barrio Loa Alamos, a la altura del kilómetro 35 de la ruta nacional 3 como su campo deportivo. La ordenanza esta rubricada por Oscar Prego y Faustino Aguirre, presidente y secretario del Concejo Deliberante, respectivamente.
Al 200 de 9 de Julio el almacén de comestibles y bebidas “El Modelo” de Pablo Cassara.
Sobre Alem, mucho más conocida como Segunda Rivadavia, llegando a Güemes, el primer local de la “Ferretería El Indio”, propiedad original de Bertolon y Medo, hoy en Güemes Nº 45, propiedad de Carlos Scopelleti, quien fuera el primer dependiente de la originaria ferretería.
Carlos es un tipo verdaderamente singular, uno de esos personajes que escasean en el comercio de hoy. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: hace un tiempo, llegó a su local uno de esos viajantes de comercio, representante vaya a saber de que proveedor de herramientas, y comenzó a frecuentarlo.
Un buen día, el hombre llega y se encuentra con que “Carlos” acusa un trato extremadamente formal y distante. El viajante, al que llamaremos Juan, se sorprende y le pregunta al ferretero si ha pasado algo. El caso es que el personaje que el viajante creía que era Carlos, terminó presentándose como “Roberto”, a la sazón el hermano gemelo de Carlos, que vivía en el Sur, según el ferretero. De ahí el distanciamiento.
Juan, el viajante absorto, no puede creer la increíble semejanza entre ambos gemelos. Así las cosas, “Roberto” le explica que “Carlos” se había tomado unas merecidas vacaciones.
En este punto, el lector creerá que esto es pura “sanata”, pero créanme, lo pude comprobar. Quien escribe, supo presenciar las confusiones del viajante. Confusión que contaba con la complicidad de su hijo Juan Carlos y de quien escribe, llamándolo alternativamente, “Roberto” o “Carlos”, según la ocasión.
Por supuesto que hubo una última visita de Juan, del que no se supo nada más, sólo se puede aseverar que jamás supo la verdad. Ese es Carlos Scopelleti.
![]() |
Ferretería El Indio. De
izquierda a derecha: Bertolón, Medo y Carlos Scopelleti.
Diciembre de 1951.
Esquina de Além y Guemes
|
![]() |
Fotocopia
de
“Cóndor Béisbol Club” |
La fotógrafa de la Catanga
La fotógrafa alemana Grete Stern, que vivió en Buenos Aires hasta su muerte, realizó un trabajo visionario en los años 40, cuando solía pasearse por Ramos Mejía con su aire europeo inconfundible, publicó en 1999 el periódico Página 12 cuando se hizo un retrospectiva de su obra.
A principios de 1940 se radicó en la localidad de Villa Sarmiento, conocida por nuestros mayores como “la Catanga”, la familia Stern-Coppola, ya que las excelentes condiciones ambientales del lugar ayudarían a la recuperación de la salud de su hija de cuatro años Silvia.
En la calle Hilario Ascasubi Nº 1073 (hoy H. Ballesteros) inauguraron una casa racionalista, obra del arquitecto ruso Wladimiro Acosta, con un amplio jardín parquizado con variadas especies, entre ellas un castaño de la India.
La construcción resultaba insólita en el barrio ya que no coincidía con el gusto local de chalecitos que convivían con casas antiguas, a tal punto que los vecinos la llamaban “la fábrica”. En la planta baja de la casa se encontraba la vivienda y en la alta el correspondiente estudio.
Cinco años antes el matrimonio había llegado a Buenos Aires desde Europa exiliado del régimen nazi. Grete Stern, nacida Alemania, se había formado profesionalmente en el dibujo, la publicidad gráfica y la fotografía vanguardista, esta última en la Bauhaus. Y fue allí donde conoció al argentino Horacio Coppola. En 1935 se casaron y debido al antisemitismo virulento se radicaron en la Argentina.
Rememora su hija Silvia en un reportaje realizado por Moira Soto para Página 12, “pose como modelo de muchos de los Sueños de Grete Stern, esos maravillosos fotomontajes surrealistas realizados entre 1948 y 1952 para la revista Idilio”.
Dijo Luis Príamo, un enfático preservador del patrimonio fotográfico nacional sobre ésa obra de Grete: “fue la primera obra fotográfica –y la más importante hasta hoy– radicalmente crítica de la opresión y manipulación que sufría la mujer en la sociedad argentina de la época, y de la humillante consecuencia del sometimiento consentido. La mirada zumbona y sarcástica de Grete no se detiene en la compasión por la víctima, sino que avanza también sobre los resultados alienantes de la resignación”.
Volviendo a Silvia y el recuerdo de su madre: “Era divertidísimo trabajar con ella, acompañarla. La pasaba muy bien. Yo tenía 12, 13, 14 años y para mí eran simplemente sueños, ilustraciones destinadas a una revista para mujer. Creo que mi mamá nunca pensó que estos fotomontajes fueran demasiado urticantes o cuestionadores. Los Sueños eran en realidad una tarea de encargo, para ganarse la vida. Pero, desde luego, siguiendo una línea de conducta. Aceptó porque estaba de acuerdo y se tomó en serio el trabajo”
Y rememora “ella caminaba por la calle tan tranquila en pantalones. María Elena Walsh solía recordar el escándalo que provocaba. Iba a veces con el pelo a la garçon, tuvo épocas en que se pintaba mucho y otras nada, casi siempre con el pucho en la boca. Un estilo completamente fuera de los cánones aceptados en esa época”. Silvia Cóppola iba al Colegio Ward y en más de una oportunidad tuvo que discutir la insinuación –hecha por algún profesor– de que “las mujeres que fumaban eran poco menos que putas. Pero mi mamá no se sentía una transgresora, ella pensaba que tenía derecho a hacer lo que se le diera la real gana. No registraba toda la incomodidad o sorpresa que despertaban sus actitudes”. En esos tiempos, Grete Stern ya se había separado del notable fotógrafo Horacio Cóppola y, en consecuencia, en la escuela Silvia era la única hija de divorciados: “Como si este estigma no fuese suficiente, mi madre se comportaba de forma atípica. Por ejemplo, había una reunión de chicas en mi casa, y ella era muy capaz de poner sus músicas –brasileña, jazz– y largarse a bailar sola. Yo me quería morir. Hasta los 15, 16 fui una niña muy convencional, y me daba pudor que mi mamá se saliera tanto de la norma. Discutíamos bastante. Pero ella seguía en lo suyo, imaginativa y creadora para todo: le gustaba jugar con los colores al cocinar, teñir el arroz con remolacha. Vivíamos en una casa poco convencional, muy moderna, con mucho vidrio, del arquitecto Vladimiro Acosta. Por cierto, mi mamá nunca puso cortinitas”.
Para cerrar el recuerdo grato de ésta ilustre vecina, no se puede dejar de decir que, esa casa –de estilo racionalista, que aún se mantiene en pie- fue centro de intelectuales y artistas españoles (Arturo Cuadrado, Luis Seoane) alemanes (Clément Moreau -Carl Meffert-) y Argentinos de la talla de María Elena Walsh, Pepe Fernández, Ernesto Schoo y Gyula Kosice. Grete falleció en 1999, a los 95 años de edad.
La revista Idilio (Editorial Abril) era una publicación popular dirigida a un público mayormente femenino de clase media, que incluía una sección denominada “El psicoanálisis le ayudará”.
Bajo el seudónimo de Profesor Richard Rest, el sociólogo Gino Germani y el psicólogo Enrique Butelman analizaban los relatos de sueños que eran enviados por sus lectoras para que luego Stern los ilustrara con fotomontajes que condensaban los elementos oníricos descriptos.
“Grete
Stern”
María
Elena Walsh. Fotografiada por Grete en 1947
De
trenes, taxistas y nazis
Así como relatamos que Grete
Stern encontró refugio en nuestros pagos escapando del nazismo imperante en
Europa, en las postrimerías de la segunda guerra mundial, algunos relatos
refieren la llegada de alemanes, partidarios del nazismo a Ramos Mejía.
Si bien, al momento de escribir estas
líneas, la investigación no pudo dar con algún domicilio cierto, hay crónicas
históricas que mencionan a nuestra ciudad como una más de las localidades entre
las que los nazis habrían encontrado refugio.
Por aquellos belicosos años, el
Partido Nazi, en retirada ante lo inevitable de su derrota, pergeño un plan de
fuga, que por supuesto contó con la complicidad de compatriotas adherentes al
régimen y algunos otros, que colaboraron por un interés pecuniario.
Los historiadores dedicados al estudio
de las actividades llevadas adelante por el Tercer Reich, han coincidido en la
siguiente versión de la historia: La idea de llevar el nazismo organizado a Buenos Aires fue
de los marineros mercantes de las líneas Hamburg-Süd y Hapag-Lloyd que salían de
Hamburgo. Desde mediados de 1930, los miembros del partido de Hamburgo habían
trabajado para crear una oficina en el puerto sudamericano con el fin de mantener
contacto con los alemanes de ultramar y a la vez obtener fondos para el
movimiento nazi.
El
partido Nazi argentino, según registros descubiertos en Alemania al final de la
guerra, tenía 315 miembros a principios de 1933, y 2110 a comienzos de 1936. En
1937 la AO hizo el
cálculo de que el Landesgruppe argentino era en números absolutos el cuarto partido Nazi fuera
del Reich (después de los de Brasil, Holanda y Austria). No obstante,
considerando la relación entre los alemanes nativos que residían en la Argentina y los miembros
del partido, la relación era de 28:1, lo cual colocaba al partido argentino muy
abajo en las estadísticas. Cuando el partido fue supuestamente disuelto por la
presión del gobierno argentino a mediados de 1939, las listas contenían 1635
miembros. Según Wieland, los criollos fueron admitidos en la organización
semilegal que lo sucedió, denominada Federación de Círculos Alemanes de
Beneficencia y Cultura. La última cantidad de miembros registrada fue de 1489 a
fines de 1942. El 16 de septiembre de 1942, el presidente Castillo ordenó el
cierre de la federación, y en agosto de 1943 el gobierno militar la disolvió
definitivamente.
La
embajada alemana en la
Argentina hizo esfuerzos para cultivar a intelectuales,
profesionales y funcionarios argentinos en la visión de la “nueva Alemania”. A
mediados de 1936 se fundó una Comisión de Cooperación Intelectual, integrada
por 19 destacados argentinos proalemanes, entre los que se destacaban Gustavo
Martínez Zuviría, el Premio Nobel de Biología Bernardo Houssay, el decano de la Facultad de Derecho de
Buenos Aires Juan P. Ramos, el político derechista Matías Sánchez Sorondo, los
médicos Gregorio Aráoz Alfaro y Mariano Castex y los historiadores Ricardo
Levene, Carlos Ibarguren y Roberto Levillier. En julio de 1937 la embajada
subsidió la fundación de un Instituto de Estudios Germánicos dentro de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad
de Buenos Aires. El instituto fue dirigido por Juan Probst, un profesor de
literaturas del norte europeo en la universidad nacional, que había nacido en
Alemania. Además, el embajador von Thermann dispuso que las universidades
alemanas otorgaran títulos honorarios a personajes notables de la política
argentina como Saavedra Lamas, Castex y Ramón Castillo.
Debe
mencionarse la vasta red de espionaje nazi montada en la Argentina durante la
guerra y financiada por la embajada alemana. Dicha red estuvo constituida por
personajes llegados del exterior y algunos empresarios de la colectividad
alemana captados al efecto en la Argentina. Entre los últimos se encontraba Werner
Koennecke, quien, desde una oficina situada en el edificio del Banco Germánico,
llevaba las cuentas de Hans Harnisch, Wolf Franczok y el agregado naval de la
embajada, Dietrich Niebuhr. Y es aquí, donde
nuestra ciudad, toma relevancia entre tantas otras: en la red de espionaje.
Administrada por
Koennecke y operada por Franczok, se crea la “Red Bolívar”, una de las
organizaciones de espionaje nazi de mayor éxito de la Segunda Guerra.
Cuando fue descubierta por Coordinación Federal en agosto de 1944, incluía una
flota importante de automóviles, transmisores portátiles, “casas seguras” y unas diez chacras transmisoras en Bella Vista,
Pilar, San Justo, General Madariaga, Ranelagh, San Miguel, Ramos Mejía, y en
las provincias de Santa Fe y Santa Cruz. Esta versión de los hechos, ha
sido elaborada y se puede leer en la página oficial de la Universidad del CEMA,
si el lector tiene la pretensión de profundizar este estudio.
El relato oral recogido, da cuenta, coincidiendo con ese año, que
solían llegar en tren a la
Estación de Ramos Mejía, individuos ataviados con traje y una
maleta por todo equipaje, respondiendo a los cánones de la raza aria, que sin
hablar castellano, se acercaban a la parada de taxis, en aquella época, ubicada
sobre Bolívar esquina Rivadavia, a las puertas del Bar “El Inca”, con un papel
en el cual figuraba una dirección. Papel que era exhibido al taxista para que
los condujera hasta ese lugar. Citan el barrio como aquel que esta en el lado
norte de nuestra ciudad, precisando la zona como detrás del Colegio Ward.
El recuerdo es vago y ha pasado de abuelos a nietos, y
dice que la curiosidad ganó a los taxistas, a tal punto, que cuando ya habían
sido muchos los pasajeros y viajes hasta ese domicilio, uno de los taxistas,
antes de emprender, el que luego sería su último viaje, habría manifestado que
con ése último pasajero, trataría de averiguar de que se trataba todo ello.
Nunca más se supo algo del infausto taxista. Fantasía, leyenda, mito urbano?
Queda en el lector su final apreciación.
La tos convulsa de un futuro presidente
Cuando la vasca Dominga recibió al pequeño de once años,
enviado desde el sur por sus padres para que, con “los aires ramenses” curara
su tos convulsa, jamás imaginó que su nieto, terminaría siendo tres veces
presidente de la Nación.
Dominga Dutey Bergougnan, casada con
el doctor Tomás Liberato Perón, quien fallece en nuestra ciudad el 1º de
febrero del año 1889, a los 50 años de edad y cuando mucho se podía esperar de
su sabiduría, recibe la visita durante el reconocimiento póstumo a su marido de
los diputados Ramos Mejía, Rueda, Macías y Albarracín que de inmediato
solicitan una ayuda para la viuda del doctor; modesta ayuda de 200 pesos que
recién le es otorgada para aliviarla de sus necesidades ya que sus medios de
vida eran escasos en el año 1892.
El doctor Tomás Perón muere en La
Matanza y es así porque aquejado por una grave enfermedad se
traslada a Ramos Mejía por ser el aire más saludable que la zona donde habitaba.
Supo relatar Alfonso Corso que “Bueno es saber que Liberato fue
condecorado por los vecinos sanjustenses de la época, y en esa casa en la
década del 30-40 más de una vez el General Perón se acercó para conocer el
sector del que fue su querido abuelo que no tuvo la fortuna de conocer”.
Su casa ramense estaba ubicada
con frente a la hoy calle Alvarado, entre las actuales Avenida de Mayo y
Necochea. Tomás Eloy Martínez escribió al respecto: La casa de doña Dominga era blanca, pequeña, rodeada por cercos de
ligustro. Allí conoció Mario (el padre de Juan Domingo Perón) a los señores Maupas, que tenían un
parentesco remoto con los Martirena y estaban interesados en mejorar la
explotación de sus haciendas en el Chubut. No tardaron en concertar un buen
trato. Mario les administraría el campo de La Maciega -en Cabo Raso,
doscientos kilómetros al sur de Puerto Madryn-, criaría sus propias ovejas y
dividirían las ganancias.
En
la primavera de 1900, Mario Tomás emprendió el insensato viaje hacia los
desiertos del sur, arreando una manada de quinientas cabezas.
Dice la
historia que en el año 1906, Juan Domingo
contrajo una varicela, que la abuela mitigaba con baños de agua caliente y
cataplasmas de talco. No había terminado de curarse el niño cuando lo atacó la
tos convulsa, y aquella vez fue Baldomera quien lo curó con una medicina
pretérita, columpiándolo en el parque antes del amanecer, cuando los árboles
sueltan el oxigeno y el aire se pone azul. Es el año 1908, su abuela lo
inscribe en el Politécnico Olivos y vuelve a su casa de la capital de la calle
Bolivia 377 en el barrio de Flores, de la que volvería a su chacra en Ramos de
tanto en tanto, fue
ella la que lo hizo preparar para el Colegio Militar y le consiguió la beca por
su primo el coronel Dutey. Su
fallecimiento, justamente en Ramos Mejía, se produjo el 9 de diciembre de 1930.
Doña
Dominga, falleció sin imaginar que ese pequeño niño del que cuido con esmero y
dedicación, sería luego elegido por los argentinos, no una, sino tres veces
como presidente de todos los argentinos. Este dato: que Juan Domingo Perón
viviera en nuestros pagos, debe sorprender a muchos, pero, debo decirles que no
es lo única sorpresa que nos deparará Don Juan Domingo.
Un cadillac presidencial como remis
Les
decía de otras sorpresas de “Perón” para nuestros pagos. Si bien ésta,
involucra a Ciudadela, por la proximidad con nuestra vecina ciudad y porque el
testigo es un ramense, merece su publicación.
El
taxista Carlos Guarella, columnista del Diario La Nación , quien se ocupara de
averiguar la historia del
automóvil Cadillac que transportara durante años al presidente Juan Domingo
Perón desde la quinta de Olivos hasta la casa de Gobierno, nos cuenta que: Durante
la Revolución
Libertadora , ese automóvil permaneció guardado en la cochera
presidencial que se encuentra en Leandro N. Alem y el pasaje Tres Sargentos del
barrio de Retiro, finalmente fue rematado y adquirido por un particular que lo
tuvo en su poder durante largos años y al fallecer este lo vendieron y
actualmente es propiedad de la firma BlmAutoEpoca, coleccionistas de autos que
pertenecieron a grandes personalidades, contando entre otros con vehículos que
fueron de Juan Manuel Fangio y de Diego Armando Maradona.
Es
oportuno mencionar que el Cadillac limousine modelo 1951, construído por la
empresa General Motors Company, posee un motor V8 de 5424 c.c. de cilindrada,
una caja automática de 3 velocidades y marcha atras, dirección hidráulica,
levantavidrios eléctricos y cuenta con un peso total de 2.310 kg., tapizado
negro de cuero avainillado y pana en óptimo estado de conservación.
Al
publicar esta investigación, Carlos es contactado por Silvano Marangone quien
le cuenta la siguiente historia: “desde
el año 1960 estoy radicado en California, Estados Unidos. Hace unos días un
amigo me envió un e-mail donde usted cuenta su visita al museo Eva Perón y su
encuentro con el Cadillac de Perón. Quiero
contarle que en el año 1956 estaba planeando mi casamiento cuando un amigo del
barrio en Ramos Mejía, me dijo que había un remisero en Ciudadela, que alquilaba
el Cadillac limousine que había sido de Perón. Fui a ver al señor y lo
contraté por $300 de aquel entonces.
El remisero me hizo notar que si la calle
era de tierra, él no manejaba su auto en la tierra. Efectivamente, la calle
Charcas, donde vivía mi novia no estaba todavía asfaltada y le dije que no
había problema puesto que la novia podía caminar por la vereda la media cuadra
hasta el asfalto de la calle Martín Rodríguez.
Luego me enteré que el amigo decidió entrar
la media cuadra y levantar a la novia y a su padre frente a su casa. De allí
los llevó hasta la Iglesia
San Cayetano en Liniers; de allí fuimos hasta la casa de
fotos y al salón de fiestas. Como usted
lo dice el auto era fuera de serie, una belleza. Me alegra saber que ha sido
conservado hasta hoy en día. Por supuesto para mi esposa y para mí, fue un
Cadillac muy especial y gracias a su relato volvimos a disfrutar de lindos
recuerdos”.
Segunda
sorpresa.
El día que desairaron al Coronel
Desde hace
muchos años, los ramenses estamos acostumbrados a ver en la esquina de
Rivadavia y Bolívar a la Farmacia Para
Ti. Esta farmacia, hace unos pocos años atrás, anexo un local contiguo sobre
Bolívar, en el que durante mucho tiempo funcionó un cafetín, o mejor dicho, un
copetín al paso, denominado “Leo Ramos”.
Leo
Ramos resultó ocupar el mismo solar que antaño ocupo el Bar El Inca, al que ya
hemos citado en la recorrida comercial. El grupo de memoriosos de Magariños y
Carlos Morelli, me contaron una anécdota muy interesante que involucra al Inca,
a los taxistas, un mozo y un Coronel.
El
Inca contaba entre sus empleados con un mozo bastante singular, de nombre
Rigoletto. La historia refiere que cierta vez, tal como contábamos en el
capítulo sobre Perón viviendo en Ramos Mejía, durante aquella década, de tanto
en tanto, Perón volvía por estos pagos.
En
uno de los tantos regresos a la
Capital , Perón junto a su chofer, se estacionaron frente al
Inca e ingresaron al local, para, podríamos decir una parada sanitaria, aunque,
una vez en el lugar y luego del menester fisiológico, se acomodaron en una mesa
y pidieron a Rigoletto un par de cafés.
Resulta
entonces que, entre el pedido y el despacho del mismo, ingreso al bar un taxista que volvía de
realizar un viaje, es en ese preciso instante que le pide un café al solícito
mozo.
La
anécdota debe haber sucedido en los primeros años de la década del cuarenta, ya
que el militar fue reconocido por los amigos taxistas, muchos de los cuales no
guardaban simpatía sobre el que empezaba a ser un personaje renombrado. Debe
haber sido por ello, que justo en el momento en que Rigoletto, su bandeja y dos
cafés se dirigían a la mesa del Coronel, los parroquianos taxistas le exigieron
al mozo que atendiera en primera instancia al colega y no al foráneo cliente.
Absorto
por el desplante, el Coronel Perón se dirigió nuevamente al baño y orinó,
retirándose finalmente sin consumir. Ese, dicen, fue el día que Perón “meó en
Ramos Mejía”.
Tercera
y última sorpresa que nos deparó Don Juan Domingo en éste rescate histórico sobre
nuestra ciudad.
Hola Ramenses, mi nombre es Mariano Miguez, nacido y criado en Ramos Mejia 4ta generacion ya que mi bisabuela Nacio en Ramos en 1868.
ResponderEliminarQueria corregir el mapa armado a mano ya que sobre Bolivar donde dice Bazar Arroyo en ese lugar estaba el Bazr Miguez, fundado en 1949 por Rodolfo Oscar Miguez (mi abuelo). El bazar Arroyo estaba sobre Belgrano entre Bolivar y Av de Mayo al lado del Banco Provincia.
Saludos y me alegra saber de las historias de mi Pueblo.
Muchisimas gracias por la aclaración.
EliminarHola Mariano mi nombre es Graciela y estoy buscando datos sobre mi bisabuelo que tenia un peluquería de caballeros entre los años 1890 y 1920, se que vivían en Ramos Mejía, eran la familia de Aloysio-Martinez, si sabes donde pueda buscar te lo voy a agradecer.
EliminarMuy buena información, aunque deberían figuran la pizzería el Musel, lugar antecesor a las palmas, y debería fomentarse el viejo bar la 224 a lado de la florería la orquídea, entre otras cosas
ResponderEliminarMi apellido es TOZZI, mis abuelos vinieron de Italia en 1984 y se instalaron en V. Sarmiento.Mi padre tenia en local en 3 de febrero y Emilio Mitre, donde se escucho la pelea famosa de Firpo por el titulo mundial, mi padre era radioaficionado "LU4EJ".
ResponderEliminarOtra :Tendría que hacer mención al "reloj de sol" que estaba en la placita triángulo, de la unión de San Martín con Moreno.
Otra:No mencionan que en la Av. de Mayo desde Rivadavia hasta Alvarado, en las plazoletas centrales tenían "árboles de Tilo".un espectáculo imborrable.Mi hermano mayor era el dueño de CASA TOZZI en B Mitre 7 y después estaba el cine ARDOINO hoy San Martín. Gracias por su atención. (nací en 1933).
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarERROR : mis abuelos llegaron a Ramos Mejía en "1884 " .gracias
ResponderEliminarQueridos Ramenses. Nací en Ramos en 1947, en la Clínica Goñi de la Av. de Mayo pero en aquellos años se solía inscribir a los chicos en la Capital , que estaba a un paso, porque si no, había que ir hasta La Plata para hacer cualquier trámite. El caso es que mi abuelo español y catalán, tenía una peluquería en la Av. de Mayo al 800 de la Ciudad de Bs As y usaban ese domicilio. Vivíamos en Belgrano 37, al lado del mercado, que tenía una entrada con una lechería de productos de la Vascongada- la Martona estaba sobre Bolívar- , a la vuelta. La casa fue construida por mi abuelo italiano en los 30 o los 40 y ocupaba un predio de 50 metros de fondo. Tenía un jardín adelante, con canteros y caminitos , y mi viejo plantó una vez un pino que con los años se hizo gigante. La casa , de típico estilo italiano era blanca y en el frente por encima de las inmensas ventanas tenía el nombre de la familia en letras rojas: VIOTTI.
ResponderEliminarEn esa casa vivía mi abuela y una tía , hermana de mi viejo. Mi abuelo había muerto a mediados de los 30 de un cáncer de estómago. La casa ocupaba el terreno hasta la mitad y en el fondo a donde se accedía por un pasillo lateral, se construyeron dos típicos PH con patio y terraza, el 1 y el 2. En el 1 vivían los Lizardo, que tenían la librería enfrente y en el 2 , nosotros (mis viejos y mis dos hermanos, Ana del 45 y Fernando del 49).
Por descontado , todos íbamos la escuela 4 , en su nuevo edificio de Av. de Mayo que se habrá inaugurado en los primeros 50.
El edificio abandonados de la vieja escuela 4, estaba enfrente justo a lado de la librería de Lizardo y por los fondos saltábamos la pared medianera y hurgábamos como posesos en las viejas aulas de machimbrado roto , encontrando tinteros de porcelana y restos de basura que para nuestro cabeza infantil eran tesoros invalorables. Los Viottis y los Lizardos éramos una pandilla permanente de aventuras y fechorías diarias, con señales con silbidos que nos llamaba para juntarnos, dado las cercanía de nuestras viviendas respectivas.
Las tardes de verano , entre bicicleteadas , carritos de rulemanes hecho por nosotros mismos, carreras de autitos rellenos con plastilina y suspensión de bandita elástica, en las tres plazoletas inmensas que había en la calle Belgrano desde Bolívar hasta Av. de Mayo, conformando un boulevard arboladito donde se intalaban de vez en vez, ferias francas a lo largo del año o kermeses de beneficiencia para los carnavales. Estamos en 1955, 56 hasta los 60 en que todo empezó a cambiar y a hacerse mas intrincado y menos colorido. Tengo cientos de recuerdos y sus imágenes. Un saludo.
gracias por compartir sus recuerdos!
EliminarHola que linda historia <3! yo soy Lizardo, estaba buscando datos de ellos!! queria saber si tenias mas informacion de ellos
EliminarRicardo Viotti de Belgrano 37.
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