Por aquellos años, la gente solía decir que como el movimiento político mayoritario del país estaba proscripto desde la instauración de la Revolución Libertadora, todos los gobiernos que asumieron después habían fracasado por culpa de esa proscripción. A fines de la década del sesenta, con la caída de Levingston y con Lanusse, en el gobierno, después del asesinato de Pedro Aramburu a manos de la Organización Montoneros, la dictadura comenzó un lento retroceso debido a la presión de las fuerzas populares. "Militancia" fue una palabra desacreditada en los noventa y es triste, porque justamente “militar” es compromiso y participación.
Héctor Alvarez realizó un escrito que quiero compartir con ustedes, ya que me parece un buen aporte para esta etapa del libro: Era otro país, era otro el clima. Un mosaico de experiencias guerrilleras en cada país latinoamericano, el largo historial de las intervenciones militares de los Estados Unidos, la experiencia chilena de Salvador Allende, el atractivo de la revolución cubana, la imagen del Che Guevara. En ese otro clima, hasta la Iglesia latinoamericana hablaba en otro lenguaje, reflejo de las concepciones del Concilio Vaticano II. En el documento de Medellín —año 1968— se decía que "Si los privilegiados retienen celosamente sus privilegios, y sobre todo, si los retienen usando ellos mismos los medios violentos, se hacen responsables ante la historia de provocar las revoluciones explosivas de la desesperación". Al calor de Medellín, surgió en el país el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. En abril del '69, desde una revista que estuvo emparentada con la trayectoria de Montoneros, "Cristianismo y Revolución", un líder de este movimiento, el padre Rafael Yacuzzi, insistía: "La violencia ¿dónde está? La Violencia está en el monte, en las criaturas desnutridas, es la falta de trabajo, de asistencia médica, de cultura, la falta absoluta de posibilidades para enfrentar el mañana.
Duro el padre Yacuzzi. Pero en aquellos años no sonaba disparatado. Aunque el padre Yacuzzi, como el resto del Movimiento, estaba enfrentado a la jerarquía eclesiástica. Sobre esa atmósfera social; hoy parece ser que tenemos algún concepto un poco más claro. Y es que en aquellos años, quienes solían tener el papel o el deber de interpretar y canalizar los fervores de una sociedad en crisis, no lo hicieron muy brillantemente. Todo el potencial, la riqueza contenida en los nuevos fenómenos sociales, fue dirigida al campo de la política, como una forzada disputa por los espacios de poder —con el Estado como meta final— sin la serenidad o la lucidez necesaria como para rescatar el sentido antiautoritario y democratizador de esas reacciones.
Se suponía que Perón regresaba a la Argentina, tras un apasionante juego político con Lanusse, para salvarla de la amenaza del caos. Antes del triunfo de Cámpora, supo emplear a los sectores más radicalizados del peronismo —a los que legitimó reiteradamente respecto al uso de la violencia— dentro de una amplia estrategia que se convirtió en alternativa obligada tras el retiro militar. Montoneros y la Tendencia Revolucionaria del peronismo entendieron ese respaldo de Perón como una coincidencia básica en cuanto al proyecto de país que se iba a impulsar. Dado que esos sectores fueron protagonistas principales de la dinámica política previa a la asunción de Cámpora, pudieron ocupar importantes espacios de poder a partir del 25 de mayo de 1973: gobernadores en las provincias más importantes, ministerios, universidades, más la inserción natural de la "Jotapé" en barrios, villas, facultades y colegios.
Sin embargo Perón no tardó en quitar respaldo a los muchachos que llenaban la Plaza de Mayo pidiendo "la Patria socialista". Pese a lo cual, y matanza de Ezeiza de por medio, las alas duras del peronismo intentaron por algún tiempo, como diría el general, "mantener los pies dentro del plato". Un periodista que siguió con gran lucidez el deterioro del proceso político de aquellos años, Rodolfo Terragno, comentaba en septiembre de 1973, desde "Cuestionario":
"Cuando los propios dirigentes que los jóvenes cuestionan realizaron, el 31 de agosto pasado, el acto de apoyo a Perón, la juventud decidió participar y no aparecer marginada en una manifestación obrera. En ella pudo la juventud demostrar su mayor capacidad de movilización... la característica más notable de este sector juvenil —acusado más de una vez de irreflexión— es su madurez... Una madurez que no es fácil de alcanzar, lo más sencillo en política es dejarse mover por impulsos; lo más sencillo, pero lo menos eficaz".
Yo no quiero volverme tan loco, yo no quiero vestirme de rojo, yo no quiero morir en el mundo hoy. Yo no quiero ya verte tan triste, yo no quiero saber lo que hiciste yo no quiero esta pena en mi corazón. Escucho un bit de un tambor entre la desolación de una radio en una calle desierta están las puertas cerradas y las ventanas también no será que nuestra gente está muerta? Presiento el fin de un amor en la era del color, la televisión está en las vidrieras, toda esa gente parada que tiene grasa en la piel no se entera ni que el mundo da vueltas.
Héctor Alvarez realizó un escrito que quiero compartir con ustedes, ya que me parece un buen aporte para esta etapa del libro: Era otro país, era otro el clima. Un mosaico de experiencias guerrilleras en cada país latinoamericano, el largo historial de las intervenciones militares de los Estados Unidos, la experiencia chilena de Salvador Allende, el atractivo de la revolución cubana, la imagen del Che Guevara. En ese otro clima, hasta la Iglesia latinoamericana hablaba en otro lenguaje, reflejo de las concepciones del Concilio Vaticano II. En el documento de Medellín —año 1968— se decía que "Si los privilegiados retienen celosamente sus privilegios, y sobre todo, si los retienen usando ellos mismos los medios violentos, se hacen responsables ante la historia de provocar las revoluciones explosivas de la desesperación". Al calor de Medellín, surgió en el país el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. En abril del '69, desde una revista que estuvo emparentada con la trayectoria de Montoneros, "Cristianismo y Revolución", un líder de este movimiento, el padre Rafael Yacuzzi, insistía: "La violencia ¿dónde está? La Violencia está en el monte, en las criaturas desnutridas, es la falta de trabajo, de asistencia médica, de cultura, la falta absoluta de posibilidades para enfrentar el mañana.
Duro el padre Yacuzzi. Pero en aquellos años no sonaba disparatado. Aunque el padre Yacuzzi, como el resto del Movimiento, estaba enfrentado a la jerarquía eclesiástica. Sobre esa atmósfera social; hoy parece ser que tenemos algún concepto un poco más claro. Y es que en aquellos años, quienes solían tener el papel o el deber de interpretar y canalizar los fervores de una sociedad en crisis, no lo hicieron muy brillantemente. Todo el potencial, la riqueza contenida en los nuevos fenómenos sociales, fue dirigida al campo de la política, como una forzada disputa por los espacios de poder —con el Estado como meta final— sin la serenidad o la lucidez necesaria como para rescatar el sentido antiautoritario y democratizador de esas reacciones.
Se suponía que Perón regresaba a la Argentina, tras un apasionante juego político con Lanusse, para salvarla de la amenaza del caos. Antes del triunfo de Cámpora, supo emplear a los sectores más radicalizados del peronismo —a los que legitimó reiteradamente respecto al uso de la violencia— dentro de una amplia estrategia que se convirtió en alternativa obligada tras el retiro militar. Montoneros y la Tendencia Revolucionaria del peronismo entendieron ese respaldo de Perón como una coincidencia básica en cuanto al proyecto de país que se iba a impulsar. Dado que esos sectores fueron protagonistas principales de la dinámica política previa a la asunción de Cámpora, pudieron ocupar importantes espacios de poder a partir del 25 de mayo de 1973: gobernadores en las provincias más importantes, ministerios, universidades, más la inserción natural de la "Jotapé" en barrios, villas, facultades y colegios.
Sin embargo Perón no tardó en quitar respaldo a los muchachos que llenaban la Plaza de Mayo pidiendo "la Patria socialista". Pese a lo cual, y matanza de Ezeiza de por medio, las alas duras del peronismo intentaron por algún tiempo, como diría el general, "mantener los pies dentro del plato". Un periodista que siguió con gran lucidez el deterioro del proceso político de aquellos años, Rodolfo Terragno, comentaba en septiembre de 1973, desde "Cuestionario":
"Cuando los propios dirigentes que los jóvenes cuestionan realizaron, el 31 de agosto pasado, el acto de apoyo a Perón, la juventud decidió participar y no aparecer marginada en una manifestación obrera. En ella pudo la juventud demostrar su mayor capacidad de movilización... la característica más notable de este sector juvenil —acusado más de una vez de irreflexión— es su madurez... Una madurez que no es fácil de alcanzar, lo más sencillo en política es dejarse mover por impulsos; lo más sencillo, pero lo menos eficaz".
Yo no quiero volverme tan loco, yo no quiero vestirme de rojo, yo no quiero morir en el mundo hoy. Yo no quiero ya verte tan triste, yo no quiero saber lo que hiciste yo no quiero esta pena en mi corazón. Escucho un bit de un tambor entre la desolación de una radio en una calle desierta están las puertas cerradas y las ventanas también no será que nuestra gente está muerta? Presiento el fin de un amor en la era del color, la televisión está en las vidrieras, toda esa gente parada que tiene grasa en la piel no se entera ni que el mundo da vueltas.
Yo no
quiero meterme en problemas, yo no quiero asuntos que queman, yo tan sólo les
digo que es un bajón. Yo no quiero sembrar la anarquía, yo no quiero vivir como
digan, tengo algo que darte en mi corazón. Escucho un tango y un rock y
presiento que soy yo y quisiera ver al mundo de fiesta. Veo tantas chicas
castradas y tantos tontos que al fin, yo no sé si vivir tanto les cuesta. Yo
quiero ver muchos más delirantes por ahí bailando en una calle cualquiera, en
Buenos Aires se ve que ya no hay tiempo de más la alegría no es sólo brasilera.
Yo no quiero vivir paranoico, yo no quiero ver chicos con odio, yo no quiero
sentir esta depresión voy buscando el placer de estar vivo no me importa si soy
un bandido voy pateando basura en el callejón. Yo no quiero volverme tan loco,
yo no quiero vestirme de rojo, yo no quiero morir en el mundo hoy. Yo no quiero
ya verte tan triste, yo no quiero saber lo que hiciste, yo no quiero esta pena
en mi corazón. Yo no quiero sentir esta pena en mi corazón. Charly García
¿Fueron lo suficientemente maduros? Puede que se hayan dejado mover por los impulsos: que se pusieran corazas para controlar el dolor de las primeras muertes a manos de la Triple A. Puede que no supieran —puede que no pudieran— pedir explicaciones sobre los errores que se iban acumulando. Pero lo que es seguro es que la calificación de "idiotas útiles" es un golpe bajo. Es una forma de negar la vigencia de aquello en que sí pudieran tener la razón, en los argumentos y en las ambiciones.
Es más aterradora la abstracción que los incluye como "subversivos". Como si todos, absolutamente todos los muertos, inocentes o culpables (nunca juzgados), pudieran definirse como robots producidos a escala, por una fábrica infernal en manos de Mario Eduardo Firmenich. ¿Y los subversivos adultos? ¿Los que murieron con un arma en la mano? ¿No fueron la parte visible de un momento desgarrador de nuestra historia? ¿Qué hay sobre las responsabilidades silenciosas, históricas, de los sensatos y tradicionales dirigentes argentinos?
La asunción del mando de Isabel significó el desencadenamiento inevitable de la violencia. La guerrilla, actuando con la convicción de que si —tal como se había interpretado en el '73— la violencia había sido un arma legítima y eficaz en la caída de la dictadura anterior, esta vez podía volver a serlo para un triunfo definitivo. Para el peronismo encaramado en el poder, y para las clases dominantes, Montoneros no sólo era un problema de orden interno, sino una amenaza política, complementaria a la rebeldía de las bases trabajadoras. Isabel, además de permitir la represión legal e ilegal coordinada por las FF.AA., practicó una política que la aisló progresivamente, incluso ante la propia CGT. La Triple A, había empezado con la caza de "zurdos" y terminó atacando a todos los sectores democráticos de esa época.
La sociedad, intimidada, no alcanzaba a reaccionar. Entre otras cosas, porque si Isabel venía del 62% de votos a Perón, se suponía que la sociedad estaba formalmente representada. Entonces la implosión del peronismo era la explosión de la sociedad toda. Los partidos de la oposición no supieron o no quisieron encontrar el camino de la pacificación. Situación de la que sólo podían ser beneficiados quienes habían perdido la batalla en los capítulos finales del régimen iniciado por Onganía.
Tres semanas antes del golpe de Videla, la revista española "Cambio 16" denuncia que de 5.000 detenidos políticos, en la Argentina 4.000 lo estaban "sin causa, ni proceso, ni acusación alguna, a disposición del Poder Ejecutivo en virtud del Estado de Sitio... A ello se suma la desaparición misteriosa de más de dos mil personas y una escalofriante cifra de asesinatos de 2.500 en dieciocho meses".
Lo que vino después quedó grabado en el romancero popular, con aquel cantito que acompañó nuestro fervor democrático: "Que es lo que han hecho con los desaparecidos, la deuda externa, la corrupción. Que pasó con las Malvinas. Esos chicos ya no están. No los hemos olvidado y por eso hay que luchar" El país destruido, uno de cada tres obreros vendiendo peines en el colectivo, la mayor inflación del mundo, la incertidumbre y el NO futuro.
Como diría Charly García, "Yo no quiero vestirme de rojo". Tampoco queremos de vuelta los tiros, porque ya se demostró lo complicado que es zafar de la violencia y quién gana cuando reina la ley de la selva. Ya que aparentemente zafamos de la violencia, lo interesante sería zafar de la derrota mental. Pero eso va a ser difícil en la medida en que no logremos consenso de todos respecto de este tema. Va a ser difícil en la medida en que algunos insistan con la idea de que los sueños de los muertos no son sueños humanos.
Es más aterradora la abstracción que los incluye como "subversivos". Como si todos, absolutamente todos los muertos, inocentes o culpables (nunca juzgados), pudieran definirse como robots producidos a escala, por una fábrica infernal en manos de Mario Eduardo Firmenich. ¿Y los subversivos adultos? ¿Los que murieron con un arma en la mano? ¿No fueron la parte visible de un momento desgarrador de nuestra historia? ¿Qué hay sobre las responsabilidades silenciosas, históricas, de los sensatos y tradicionales dirigentes argentinos?
La asunción del mando de Isabel significó el desencadenamiento inevitable de la violencia. La guerrilla, actuando con la convicción de que si —tal como se había interpretado en el '73— la violencia había sido un arma legítima y eficaz en la caída de la dictadura anterior, esta vez podía volver a serlo para un triunfo definitivo. Para el peronismo encaramado en el poder, y para las clases dominantes, Montoneros no sólo era un problema de orden interno, sino una amenaza política, complementaria a la rebeldía de las bases trabajadoras. Isabel, además de permitir la represión legal e ilegal coordinada por las FF.AA., practicó una política que la aisló progresivamente, incluso ante la propia CGT. La Triple A, había empezado con la caza de "zurdos" y terminó atacando a todos los sectores democráticos de esa época.
La sociedad, intimidada, no alcanzaba a reaccionar. Entre otras cosas, porque si Isabel venía del 62% de votos a Perón, se suponía que la sociedad estaba formalmente representada. Entonces la implosión del peronismo era la explosión de la sociedad toda. Los partidos de la oposición no supieron o no quisieron encontrar el camino de la pacificación. Situación de la que sólo podían ser beneficiados quienes habían perdido la batalla en los capítulos finales del régimen iniciado por Onganía.
Tres semanas antes del golpe de Videla, la revista española "Cambio 16" denuncia que de 5.000 detenidos políticos, en la Argentina 4.000 lo estaban "sin causa, ni proceso, ni acusación alguna, a disposición del Poder Ejecutivo en virtud del Estado de Sitio... A ello se suma la desaparición misteriosa de más de dos mil personas y una escalofriante cifra de asesinatos de 2.500 en dieciocho meses".
Lo que vino después quedó grabado en el romancero popular, con aquel cantito que acompañó nuestro fervor democrático: "Que es lo que han hecho con los desaparecidos, la deuda externa, la corrupción. Que pasó con las Malvinas. Esos chicos ya no están. No los hemos olvidado y por eso hay que luchar" El país destruido, uno de cada tres obreros vendiendo peines en el colectivo, la mayor inflación del mundo, la incertidumbre y el NO futuro.
Como diría Charly García, "Yo no quiero vestirme de rojo". Tampoco queremos de vuelta los tiros, porque ya se demostró lo complicado que es zafar de la violencia y quién gana cuando reina la ley de la selva. Ya que aparentemente zafamos de la violencia, lo interesante sería zafar de la derrota mental. Pero eso va a ser difícil en la medida en que no logremos consenso de todos respecto de este tema. Va a ser difícil en la medida en que algunos insistan con la idea de que los sueños de los muertos no son sueños humanos.
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