lunes, 6 de agosto de 2018

Crónicas ramenses


Isidoro Cañones fue un personaje de historieta muy leído, recreaba el prototipo del hombre de la noche de la década del ‘40. La forma de vivir de Isidoro representaba a todo un sector del país que, sin ser de la elite económica, vivía y conocía el Buenos Aires nocturno y disfrutaba de las fiestas de la alta sociedad. Para quienes no accedían a las boites y al jet-set, las aventuras de Isidoro eran una forma de vivirla. Comenzó a zafarse en 1968, cuando Faruk se incorporó al equipo de guionistas donde ya trabajaba Mariano Juliá (los dibujos eran de Tulio Lovato) Juntos pensaron cómo convencer a Dante Quinterno de que Isidoro necesitaba ampliar sus horizontes, abrir las fronteras y lanzarse a conquistar el mundo entero. Además, el play boy debía conseguir una compañera que lo secundara en sus estafas y chanchullos, aunque Faruk recuerda especialmente lo difícil que fue persuadir al dibujante.

No pasó mucho tiempo antes de que el camino de Isidoro se cruzara con el de la hermosa Cachorra en pleno viaje a Mar del Plata, ciudad en la que nuestro play boy ha pasado noches inolvidables, asomado alguna que otra vez por la playa con gafas oscuras. Cachorra era tan “bandida” como Isidoro, pero ante los ojos del Coronel Cañones se mostraba como una chica de familia, estudiosa, responsable, recatada y trabajadora.

Isidoro tenía como característica una terrible fobia al trabajo; era jugador compulsivo, alcohólico empedernido y el mayor play boy del momento. Su novia era la envidia de todos, al igual que sus extravagantes fiestas y salidas nocturnas.

Por aquellos años, los setenta, la movida nocturna parecía tener sólo un horizonte: el norte del gran Buenos Aires. Los boliches para escuchar y bailar “música beat” eran patrimonio de barrios como San Isidro, Olivos o Vicente López. Pero, había toda una movida que se estaba gestando en otra zona del conurbano, pretendiendo erigirse en una alternativa; es a partir de la influencia de las andanzas de Isidoro Cañones y sus recorridas por las “boites” de Ramos Mejía que nuestra ciudad empieza a ocupar su propio lugar. Sin lugar a dudas, la “inversión” publicitaria en la revista dio sus frutos.

Imposible, para aquellos que nos deleitamos con las andanzas de Isidoro, no recordar las salidas programadas con Cachorra, arribando en algún modelo indescifrable de convertible súper sport a los jardines de Pinar de Rocha, o sus incursiones en Juan de los Palotes.

No me cabe la menor duda, Isidoro Cañones merece un lugar destacado dentro de la historia nocturna de la década del setenta de nuestra ciudad. A partir de él, las salidas de los viernes y sábados tuvieron nuevo rumbo: boliches como Camelot, For Export o Crash, se convirtieron rápidamente en otra opción para la muchachada ávida de los años setenta.

Hay un dato que muchos deben haber olvidado: es importante señalar que en 1973 y 1974 aparecieron 2 discos de “La Discoteca de Isidoro” producidos por el sello EMI, con los temas de moda de la época.

Muchos de los jóvenes que hoy frecuentan Ramos Mejía se sorprenderán al leer esta líneas, ya que puede resultarles un tanto increíble que, por ejemplo, en la Avenida Rivadavia, desde Avenida de Mayo hasta Avellaneda, durante aquellos años dorados, se caminara a paso de tortuga y encontrar una ubicación en alguna de las mesas de los boliches ubicados a lo largo de esos doscientos metros, de alguna manera, significaba ser parte de la movida nocturna, una movida que desde esa época no se ha vuelto a repetir en  nuestra ciudad.

Por ello, vayan estas –si me permiten la arrogancia- crónicas ramenses. Para todos aquellos, hombres y mujeres que tuvieron la fortuna de vivir esa época maravillosa, y para que, desde el recuerdo y rescate, puedan compartir e incorporarle a sus hijos, adolescentes hoy, algo de lo que a ustedes les sobró: identidad. Identificación con la ciudad en la que se criaron, educaron, divirtieron, casaron y formaron una familia. Si logramos eso, estaremos salvados, porque, lo importante, seguirá siendo el valor de nuestra identidad.

Esa identidad emanante de nuestra tierra, de nuestro terruño natal. Con sólo lograr este aparentemente minúsculo detalle, nuestro país se pondrá en marcha, como dicen nuestros hermanos indígenas: identidad con la Pacha Mama, con la madre tierra.

2 comentarios:

  1. Me baje el libro y el comienzo me gusto' mucho.. Pero sus ultimas paginas fueron un divague político que opaco' un muy buen trabajo.

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  2. gracias! Siento que no le haya gustado lo último, pero lo que menos es es ser un divague!

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