Isidoro Cañones fue un personaje de historieta muy
leído, recreaba el prototipo del hombre de la noche de la década del ‘40. La
forma de vivir de Isidoro representaba a todo un sector del país que, sin ser
de la elite económica, vivía y conocía el Buenos Aires nocturno y disfrutaba de
las fiestas de la alta sociedad. Para quienes no accedían a las boites y al
jet-set, las aventuras de Isidoro eran una forma de vivirla. Comenzó a zafarse
en 1968, cuando Faruk se incorporó al equipo de guionistas donde ya trabajaba
Mariano Juliá (los dibujos eran de Tulio Lovato) Juntos pensaron cómo convencer
a Dante Quinterno de que Isidoro necesitaba
ampliar sus horizontes, abrir las fronteras y lanzarse a conquistar el mundo
entero. Además, el play boy debía conseguir una compañera que lo secundara en
sus estafas y chanchullos, aunque Faruk recuerda especialmente lo difícil que
fue persuadir al dibujante.
No pasó mucho tiempo antes de que el camino de
Isidoro se cruzara con el de la hermosa Cachorra en pleno viaje a Mar
del Plata, ciudad en la que nuestro play boy ha pasado noches inolvidables,
asomado alguna que otra vez por la playa con gafas oscuras. Cachorra era
tan “bandida” como Isidoro, pero ante los ojos del Coronel Cañones se mostraba
como una chica de familia, estudiosa, responsable, recatada y trabajadora.
Isidoro tenía como característica una terrible fobia
al trabajo; era jugador compulsivo, alcohólico empedernido y el mayor play boy
del momento. Su novia era la envidia de todos, al igual que sus extravagantes
fiestas y salidas nocturnas.
Por aquellos años, los setenta, la movida nocturna
parecía tener sólo un horizonte: el norte del gran Buenos Aires. Los boliches
para escuchar y bailar “música beat” eran patrimonio de barrios como San
Isidro, Olivos o Vicente López. Pero, había toda una movida que se estaba
gestando en otra zona del conurbano, pretendiendo erigirse en una alternativa;
es a partir de la influencia de las andanzas de Isidoro Cañones y sus
recorridas por las “boites” de Ramos Mejía que nuestra ciudad empieza a ocupar
su propio lugar. Sin lugar a dudas, la “inversión” publicitaria en la revista
dio sus frutos.
Imposible, para aquellos que nos deleitamos con las
andanzas de Isidoro, no recordar las salidas programadas con Cachorra,
arribando en algún modelo indescifrable de convertible súper sport a los
jardines de Pinar de Rocha, o sus incursiones en Juan de los Palotes.
No me cabe la menor duda, Isidoro Cañones merece un
lugar destacado dentro de la historia nocturna de la década del setenta de
nuestra ciudad. A partir de él, las salidas de los viernes y sábados tuvieron
nuevo rumbo: boliches como Camelot, For Export o Crash, se
convirtieron rápidamente en otra opción para la muchachada ávida de los años
setenta.
Hay un dato que muchos deben haber olvidado: es
importante señalar que en 1973 y 1974 aparecieron 2 discos de “La Discoteca
de Isidoro” producidos por el sello EMI, con los temas de moda de la época.
Muchos de los jóvenes que hoy frecuentan Ramos Mejía
se sorprenderán al leer esta líneas, ya que puede resultarles un tanto
increíble que, por ejemplo, en la Avenida Rivadavia, desde Avenida de Mayo
hasta Avellaneda, durante aquellos años dorados, se caminara a paso de tortuga
y encontrar una ubicación en alguna de las mesas de los boliches ubicados a lo
largo de esos doscientos metros, de alguna manera, significaba ser parte de la
movida nocturna, una movida que desde esa época no se ha vuelto a repetir
en nuestra ciudad.
Por ello, vayan estas –si me permiten la arrogancia-
crónicas ramenses. Para todos aquellos, hombres y mujeres que tuvieron la
fortuna de vivir esa época maravillosa, y para que, desde el recuerdo y
rescate, puedan compartir e incorporarle a sus hijos, adolescentes hoy, algo de
lo que a ustedes les sobró: identidad. Identificación con la ciudad en la que
se criaron, educaron, divirtieron, casaron y formaron una familia. Si logramos
eso, estaremos salvados, porque, lo importante, seguirá siendo el valor de
nuestra identidad.
Esa identidad emanante de nuestra tierra, de nuestro
terruño natal. Con sólo lograr este aparentemente minúsculo detalle, nuestro
país se pondrá en marcha, como dicen nuestros hermanos indígenas: identidad con
la Pacha Mama, con la madre tierra.
Me baje el libro y el comienzo me gusto' mucho.. Pero sus ultimas paginas fueron un divague político que opaco' un muy buen trabajo.
ResponderEliminargracias! Siento que no le haya gustado lo último, pero lo que menos es es ser un divague!
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